Hace algunos años una rata
se nos coló en el sótano por la ventanilla del aire y ante los gritos de mi
mujer me vi obligado a bajar con la escoba y cazarla de un fuerte golpe, hubiese
preferido echarla ya que no era mi estilo hacerlo de esa forma. Hace tres años
que mi hijo le regalo a Cristina en su cumpleaños dos ratillas que no queríamos
tenerla y al final cedimos.
Las
llamaron Suly y Gordo, dos machos, las primeras noches no sé como se escaparon
de su jaula y entraron en nuestro dormitorio; fue la única vez que lo hicieron. Muchas veces solía abrirle su casa para que corretearan por las escaleras, los
patios o algunas habitaciones; lo que más le gustaban era entrar al salón o al
patio donde tenemos algunas plantas.
Gordo era más tímido y se
escondía en los sitios más insólitos: detrás de la lavadora, en los tubos de desagüe
o entre libros en la biblioteca. Suly era más atrevido, el macho alfa; todo espacio,
persona y lugar era para él, dueño y señor de la situación. Sabíamos que tienen una edad
limitada, nos regalaron tres años maravillosos…
Gordo se nos fue de
repente e inesperadamente al final del
verano de 2016, a
consecuencia de un tumor, Suly mantuvo su condición y figura durante ocho meses más. El día que se fueron lloramos
con desconsuelo, no podía imaginar que los íbamos a querer tanto. Allí quedaron
entre murmullos del viento y el sonido de las aves, en los verdes pinares de la
Bullarenga.
Muy bonito Manolo
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