Apareció en nuestras vidas
como un torbellino de gracia y
felicidad, llegó empezando a imponer su fuerte carácter en la rutina de nuestra
casa; intentaba ser la preferida de
mamá, sabía que ella era la reina de la casa y quería por todos los medios
estar cerca. Había estado un año con Manu, él quería tener un perro y las
circunstancias propiciaron que la aceptáramos para hacerle compañía a Missi,
una gatita adoptada que fue elegida por mamá. Muy pronto ejerció un control
sobre todo lo que se moviera en su espacio que ya era suyo, empezaba a ejercer
como todo lo que era, una verdadera reina.
Venía a mi mesita de noche
para indicarme que era la hora de levantarme y prepararme para ir al trabajo,
bajaba las escaleras conmigo para llegar a la cocina y prepararme para el
desayuno; encontraba motivos para iniciar el juego. Me acompañaba hasta la
puerta del sótano para despedirme sin pasar a la cochera aunque dejara la
puerta abierta; de vuelta se acostumbró a descansar entre mis piernas en los
momentos de reposo ante la televisión.
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